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Una Carta que Estremece y Abraza: La Justicia Restaurativa que Brota del Corazón

En un mundo que a menudo nos empuja al rencor, la carta de una hija al hombre que asesinó a su padre y su posterior encuentro nos recuerdan la fuerza transformadora del perdón y la empatía, pilares de una justicia que busca sanar en lugar de solo castigar.

Por Diana Márquez

Hay momentos en la vida en que algo te sacude profundamente, te conmueve hasta las lágrimas y, al mismo tiempo, te inunda de una esperanza arrolladora. Hoy quiero compartir con ustedes una de esas vivencias, porque es de esas historias que merecen ser contadas, que necesitan expandirse como una onda de luz.

Como algunos saben, en el camino de la justicia restaurativa, uno tiene el privilegio de cruzarse con personas extraordinarias. Hace un tiempo, en una capacitación que dábamos en el Consejo de la Magistratura de CABA, conocí a Marcela Gudiño, la mamá de Daniela. Marcela es una mujer con una fortaleza y una entereza admirables, muy ligada a la defensa de los derechos humanos, una causa que conoce en carne propia porque lleva en el alma la herida de un hermano desaparecido, Jorge Gudiño. Y fue gracias a ella, en una de esas rondas cargadas de memoria y lucha en Plaza de Mayo, que tuve el inmenso honor de conocer a Norita Cortiñas. ¡Norita! Un faro de dignidad y amor inclaudicable.

Desde aquel primer encuentro, con Marcela tejimos un lazo especial, de esos que se nutren de afinidades profundas y de un compartido anhelo por un mundo más justo. En una de nuestras conversaciones, con esa confianza que a veces nace en el dolor compartido, me abrió su corazón y me relató la tragedia que había golpeado a su familia: el brutal asesinato del papá de su hija Daniela, en un hecho de delincuencia común. Recuerdo que hablamos largo y tendido sobre Daniela, sobre su dolor, sobre la desilusión que sentía –una palabra que queda corta, lo sé– por cómo había transitado el proceso judicial. Había un responsable, Rodrigo, con una pena expectativa de prisión perpetua, que en la práctica significan 35 años tras las rejas.

La vida, con sus urgencias y sus rutinas, siguió su curso. Nosotras continuamos en contacto, siempre con la justicia restaurativa como horizonte, compartiendo ideas para capacitaciones. Marcela, además de su propia búsqueda, dedica su energía a trabajar con niños y adolescentes, sembrando en ellos la posibilidad de otros caminos.

Y entonces, ayer, sucedió algo que me erizó la piel. Marcela me envió un mensaje, y adjunta, una carta. Era la carta que Daniela, su hija, le había escrito a Rodrigo, el hombre que le arrancó a su padre. La había escrito en el contexto del juicio.

Siento una profunda necesidad de compartir esta carta. Primero, porque la propia Daniela tuvo la valentía de publicarla en sus redes, un acto de generosidad inmenso. Y segundo, porque es, sin exagerar, el testimonio más puro, más espontáneo, de esa justicia restaurativa que a veces parece una utopía, pero que aquí, en estas líneas, brota del corazón con una fuerza arrolladora. Es una lección de amor con mayúsculas, de trascendencia, de una comprensión de la condición humana que nos hermana en nuestras fragilidades y nuestras grandezas. Es, simplemente, sobrecogedor.

Les dejo aquí sus palabras, porque es la voz de Daniela la que tiene la verdadera fuerza para transmitir la magnitud de lo que van a leer:


Hola, soy Daniela, hija de Carlos Manduca.

Hace 7 años , 26/04/2018, mi vida cambió por completo. Es el día más triste que recuerdo, ese día perdí a mi papá.

Mi papá era un personaje, un tipo muy alegre y carismático, con un silbido particular, un vecino que todos querían. Tambien lo recuerdo muy calenton, muy trabajador ( pues capricorniano ) , y hasta aveces un poco duro para expresar sus sentimientos, pero si de algo estoy segura es que mis hermanas y yo , éramos la luz de sus ojos.

Y como  papá fue así tambien, un personaje bastante particular…, uno más de grande va entendiendo que cada uno hace lo que puede y que no por eso hay menos amor.. yo lo amaba y lo amo tanto que me hubiese encantado poder decirle muchas cosas pero ya es tarde, ya no puedo, y ahí es donde entras vos .

Rodrigo  sos parte de mi historia y esta historia es parte de tu vida( ojalá así sea, solo una parte). Yo nunca sentí enojo ni odio, ni voy a sentirlo.  Seguramente puedo sanar de esta manera porque tengo una vieja con un corazón gigante que siempre me enseño a ver un poquito más allá , a comprender otras realidades , a ser empatico con el otro, porque teniendo casi la misma edad, nuestras vidas son completamente diferentes.. y realmente no le deseo a nadie esto , ni la parte que te toca a vos, ni la que me toco a mi .

Me contaron que fuiste papá hace poco, que estas religioso y que estas arrepentido.

El único perdón que acepto, el arrepentimiento sincero, y si es así, ya cumpliste tu condena para mi .

Hay cosas que ya no se pueden cambiar, mi papá ya no va a volver, nada será lo que fue pero si deseo que de toda esta mierda, algo bueno podamos sacar,no?

No te deseo una vida entre rejas, deseo que puedas construir una vida mejor, que puedas sanar tu corazón , que puedas terminar tus estudios , que seas un buen padre  y que puedas darle a ese bebé todo lo que q vos quizá no pudieron..

 No te juzgo , no soy quien , te llevaste una parte de mi corazón, pero te perdono.

Escribirte esto me hace bien y espero que a vos también! 

Récorda que el amor es el que sana, no el tiempo. 

Buena vida.


Pero la historia de este encuentro, de esta conexión impensada, no terminó con la carta. Marcela me contó que Daniela no solo le escribió; tuvo la entereza de estar presente en el juicio, de hablar con Rodrigo, de decirle cara a cara lo que sentía y pensaba. Imaginen la escena. Él, nos cuenta Marcela, les pidió disculpas. Y Daniela, con esa misma grandeza que destila su carta, le habló de su nueva paternidad, expresando su deseo de que pudiera darle a ese niño todo lo que él necesitó. Me cuenta Marcela que la familia de Rodrigo, presente allí, no podía contener las lágrimas. Daniela cerró su intervención diciendo algo que resuena con una sabiduría ancestral: hay cosas que ya no tienen solución, que son irreparables, y que lo único que queda, para ambas partes, es tratar de construir algo lindo de aquí en adelante.

Qué decirles… releo la carta y conozco estos detalles del encuentro, y se me hace un nudo en la garganta, pero es un nudo de esos que también liberan, que ensanchan el pecho. La valentía, la generosidad y la profunda humanidad de Daniela son un faro. Nos recuerdan que, aún en medio de la oscuridad más profunda, la capacidad de amar, de perdonar y de buscar la restauración del otro ser humano puede emerger con una potencia transformadora. Gracias, Daniela, desde lo más hondo de mi ser, por esta lección que nos estremece y nos abraza a todos. Nos enseñas que hay otros caminos posibles, caminos de sanación y de encuentro, incluso donde parece que solo queda desolación. Tu gesto, tu palabra, tu presencia, son la justicia restaurativa en su máxima expresión, esa que nace del alma y tiene el poder de cambiar el mundo, de a un corazón por vez.

Diana E. Márquez 

Presidenta de la Sociedad Argentina de Justicia Restaurativa (SAJuR)
Coordinadora Nacional de Víctimas por la Paz
Secretaria de la Cooperativa de Trabajo Liberté
Directora del Área de Justicia Restaurativa de la Asociación Pensamiento Penal
Especialista en Justicia Restaurativa
Abogada y Escribana (UNLP), Mediadora Prejudicial (MJBA), Especialista en Mediación Familiar (CIJUSO)