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El Poder de la Palabra y el Silencio: Crónicas de Conversaciones que Transforman Vidas

Hay una dinámica singular, una energía intersubjetiva casi palpable, que se despliega en el espacio contenedor de un encuentro restaurativo. Quienes hemos tenido el privilegio de facilitar o participar en estas conversaciones sabemos que no se trata de un mero intercambio verbal; es una inmersión profunda en la fenomenología del conflicto humano, un proceso donde la palabra y el silencio se entrelazan para tejer la posibilidad de una reparación que, muchas veces, las partes consideraban inalcanzable. Estas son crónicas de esos diálogos que tienen el poder de generar verdaderos "movimientos telúricos" en la psique de quienes se atreven a transitarlos.

Por Diana Márquez

En el núcleo de la Justicia Restaurativa (JR) yace una convicción fundamental: el conflicto pertenece a los sujetos involucrados. Y es devolviéndoles el protagonismo y la agencia que empezamos a desandar el camino del daño. La preparación de un encuentro es, en sí misma, un acto de diligencia y cuidado extremo. No se trata de improvisar; se trata de "generar un espacio" donde la víctima, la persona ofensora y, cuando es pertinente, la comunidad de apoyo, puedan expresarse con autenticidad, sin temor a ser revictimizadas o juzgadas. Un espacio donde la empatía no es una mera declaración de intenciones, sino la herramienta hermenéutica principal para comprender y abordar las necesidades subyacentes al daño manifiesto.

Cuando la palabra es concedida, sucede algo extraordinario. Para la víctima, a menudo es la primera instancia para narrar su verdad subjetiva, el impacto del delito en su proyecto vital, y para formular interrogantes fundamentales. Es la posibilidad de que el ofensor u ofensora escuche de su propia voz la dimensión del daño padecido, como en el caso de Mercedes Fernández, quien necesitó imperiosamente transmitir quién era su hija Melisa y el vacío de su ausencia. Ese relato, cargado de dolor pero también de una inquebrantable dignidad, es en sí mismo un acto de profunda reivindicación.

Del otro lado, para quien ha ofendido, la palabra puede ser el vehículo para una responsabilización genuina. No una conformidad meramente instrumental con fines de litigación estratégica o para obtener beneficios procesales, sino un reconocimiento profundo del daño infligido, un "hacerse cargo" que constituye el primer paso hacia una posible reparación. Valentín, en su encuentro con Pelusa, el hijo de una de sus víctimas, lo articuló con una sinceridad conmovedora: "Quiero agradecerle a usted primero por darme esta oportunidad, yo quiero pedirle perdón por lo que paso". Estas manifestaciones verbales, fruto de procesos reflexivos internos, poseen un considerable potencial transformador.

Pero tan elocuente como la palabra es el silencio que la acompaña en estos procesos restaurativos. Hay silencios que vehiculizan la carga emocional, silencios que facilitan la introspección y la elaboración psíquica, silencios que denotan el respeto por los tiempos subjetivos de cada participante. La persona facilitadora del diálogo aprende a valorar estos intervalos, a no irrumpir indebidamente en ellos, porque es en esos momentos de aquietamiento donde a menudo emerge la comprensión intersubjetiva, donde las defensas se flexibilizan y se empieza a percibir al "otro u otra" –ya no como una categoría abstracta o un adversario/a– sino como un ser humano con su propia historicidad y vulnerabilidad. En ocasiones, un gesto surgido del silencio, como el abrazo espontáneo entre Omar (Pelusa) y Valentín, o el que se dieron Mercedes y los hermanos Cañada, comunica con una profundidad que trasciende el lenguaje verbal.

Es en esta dialéctica entre la palabra auténtica y el silencio significativo donde ocurren esos "movimientos telúricos" de sanación. Las categorías apriorísticas de "víctima" y "victimario/a" pueden comenzar a transmutarse, permitiendo el reconocimiento de una humanidad compartida. Como facilitadores y facilitadoras, debemos ejercer una suerte de "multiparcialidad", sosteniendo el encuadre del proceso, y al mismo tiempo estar abiertos y abiertas a ser interpelados e incluso transformados y transformadas por las intensas dinámicas que se despliegan.

Las víctimas, en este escenario, asumen un rol transformador de carácter fundamental. Al optar por un abordaje restaurativo, al confrontar el daño y a quien lo causó desde un lugar de agencia, no buscan necesariamente la punición, sino respuestas, reconocimiento y, a veces, la posibilidad de un diálogo reparador. Ellas nos demuestran que, incluso desde la experiencia del trauma, se puede construir convivencia. En Víctimas por la Paz, hemos atestiguado cómo este protagonismo activo de las víctimas no solo es coadyuvante en sus procesos de "desvictimización", sino que también interpela a la persona ofensora de una forma que el sistema penal retributivo raramente consigue, generando un impacto positivo en la comunidad.

Porque, en última instancia, la Justicia Restaurativa comprende que el delito no es solo una transgresión a la norma penal, sino una herida en el tejido social, una fractura de vínculos interpersonales y comunitarios. Y son estas conversaciones, donde la palabra se utiliza para construir puentes y el silencio para reflexionar sobre sus cimientos, las que permiten que esos vínculos comiencen un proceso de reparación. La conclusión ineludible es que nunca se emerge indemne de un encuentro restaurativo. Es una experiencia que nos confronta con la capacidad humana para infligir daño, pero también, y de manera preponderante, con su potencial para la reparación, la empatía y la transformación. Representa la búsqueda constante de una praxis judicial que, trascendiendo la finalidad meramente retributiva, aspire a la reparación integral y la sanación.

Diana E. Márquez 

Presidenta de la Sociedad Argentina de Justicia Restaurativa (SAJuR)
Coordinadora Nacional de Víctimas por la Paz
Secretaria de la Cooperativa de Trabajo Liberté
Directora del Área de Justicia Restaurativa de la Asociación Pensamiento Penal
Especialista en Justicia Restaurativa
Abogada y Escribana (UNLP), Mediadora Prejudicial (MJBA), Especialista en Mediación Familiar (CIJUSO)